Encuentro con Don Calosso - Don Bosco niño.
Es un sacerdote anciano, pero Don Bosco nos lo presenta como el primer animador modelo: "era un sacerdote muy bueno, anciano. Caminaba todo encorvado, y sin embargo recorría todo aquel camino para escuchar con nosotros la misión" . "Me animó a frecuentar la confesión y la Comunión. Me enseñó a hacer todos los días una pequeña lectura espiritual. Todo mí tiempo libre, lo pasaba con él". (Puede leerse en las Memorias del Oratorio, nº 9)
En contraste con el animador modelo Don Calosso, Don Bosco presenta un modelo negativo de animadores: Los sacerdotes de Castelnuevo: "Me sucedía con frecuencia encontrar por el camino al párroco y al vicario. Los saludaba desde lejos, me acercaba con cortesía, pero ellos solamente respondían a mi saludo y continuaban su camino. Entristecido decía: "Sí yo fuera sacerdote, no me portaría así. Trataría de acercarme a los muchachos, les daría buenos consejos, les diría buenas palabras”.
Notemos bien los valores que él destaca en el buen animador y los que quisiera encontrar en los animadores inhábiles: participación, aun sacrificada, en lo que hacen los jóvenes, poner el propio tiempo a disposición para ayudar y animar a la lectura espiritual; acercarse a los muchachos, decirles palabras agradables y buenos consejos.
Encuentro con Miguel Magone - Don Bosco sacerdote
Sería facilísimo documentar cómo Don Bosco hizo todo esto en muchas circunstancias. Por ejemplo, en la estación de Caramagnola cuando escuchó por primera vez la voz de Miguel Magone: se acercó a los muchachos, trató de participar en sus juegos con el riesgo de perder el tren, dijo buenas palabras, dio consejos, y terminó por enganchar un joven para su Oratorio de Turín, donde si hubiese vivido Miguel Magone habría tenido todas las posibilidades de llegar a ser un excelente educador salesiano.
Vamos a detenernos en este personaje. Miguel nació en 1845 y entró al Oratorio en 1857. Estuvo ahí solo 14 meses, porque murió a principios de 1859, con 13 años.
¿Qué es lo destacable de este adolescente?
Domingo Savio llegó al oratorio preparado previamente, de una familia que lo acunó y educó notablemente; lo mismo sucedió con otros jóvenes modelo del Oratorio. Miguel Magone, por el contrario, es un “producto” puro y exclusivo de la pedagogía de Don Bosco en tan solo 14 meses.
En Miguel Magone vemos, pues:
Carencia de formación en la familia: huérfano de padre; no cuidado de la madre; vida en la calle; peligro de cárcel.
Influencia del ambiente educativo del Oratorio: alegría y ocio bien ocupado, cumplimiento del deber, frecuencia de sacramentos, cercanía del educador/sacerdote.
La conclusión es muy clara: Si un corazón y un espíritu son tratados según su modo de ser; guiados por la bondad; favorecidos y cultivados en un ambiente apropiado, brotarán y crecerán todas las potencialidades escondidas bajo la ceniza superficial.
Dice Don Bosco en la vida que escribió de Miguel Magone:
“Hacía tiempo que para Miguel divertirse era un peso insoportable. La sonrisa no aparecía en sus labios. Mientras los compañeros se dedicaban en cuerpo y alma al recreo, él se retiraba a veces a un rincón a pensar, a reflexionar y a veces a llorar. Por eso un día mandé llamarle y le hablé así:
- Necesitaría que por un momento me dejases ser dueño de tu corazón y que me manifestases la razón de la melancolía que te atormenta desde hace algún tiempo. [...]
- Tengo la conciencia embrollada, respondió.
- Esto me basta; he comprendido todo. Necesitaba que tú pronunciases esta palabra para que yo pudiera decirte el resto”.
El relato continúa con la preparación y la confesión de Miguel, acto que devolvió la alegría y vitalidad al joven.
Pero en concreto, ¿cómo acompañar a los gurises, a los Magones de nuestras casas? Existen muchos elementos para el acompañamiento que los tenemos incorporados aunque sin darnos cuenta. Vamos a establecer algunas formas generales de acompañar y más adelante veremos algunas herramientas bien concretas. ¡Sería genial que pudieran elaborarlas también Uds. con su experiencia y conocimientos!
Busca entre otros aspectos favoreces la apertura de sí mismo, superar temores e inhibiciones que limitan la expresión de sí mismo, reforzar la identidad personal y la autopercepción personal, favorece la autonomía y responsabilidad, aprender a enfrentar y manejar conflictos y dificultades, aprender a vivir con conciencia realista y orientados con valores permanentes en la elaboración de un proyecto de vida.
Para Don Bosco era amar a cada uno. La mejor cualidad de Don Bosco educador era encontrar el tiempo, la ocasión y la manera de escuchar y tratar a cada joven como un ser único, amado por Dios, que tiene su vocación personal y a quien hay que ayudar en el descubrimiento de sí mismo y del proyecto de Dios para él.
Busca descubrir la dimensión social de la propia vida, descubrir el sentido de pertenencia a un grupo y el servicio a los demás. Espera favorecer el valor fecundo del encuentro, del diálogo y del apoyo mutuo para crecer, de la convivencia fraterna, de la transformación de objetivos individuales en objetivos grupales, de la participación responsable.
Se trata, en el fondo, de asegurar que la comunidad sea un espacio donde los jóvenes puedan realizar los procesos de crecimiento y maduración que los lleve a discernir y realizar su proyecto de vida.
Para Don Bosco, el grupo le permite al joven consolidar y madurar su identidad personal, es la oportunidad de relaciones interpersonales.
El ambiente educativo era para Don Bosco indispensable en el crecimiento y acompañamiento de los jóvenes. Se dio cuenta que un ambiente en el que se “respira” bondad, honestidad, amor a Dios y al prójimo es capaz, junto con las intervenciones personales, de formar buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Don Bosco quiso crear una propuesta alternativa gracias a un ambiente hospitalario para los jóvenes, donde se sentían a gusto, hacían experiencia de vida en familia, se encontraban en su casa. Este ambiente de privilegio de las relaciones personales entre jóvenes y adultos, crea una fuerte identificación con los valores que se proponen. ¿Quién no recuerda, acaso, las experiencias más ricas de su historia asociadas a un “lindo ambiente” o a un “buen grupo”? ¿O no decimos que mucho de lo que aprendemos y somos es gracias al ambiente (familia, escuela, amigos, iglesia, grupos...)?
Sin familiaridad no se puede demostrar el afecto y sin esta demostración no puede haber confianza.
En un clima de mutua confianza se siente la necesidad y la alegría de compartirlo todo y las relaciones se regulan no tanto por la ley, sino por el movimiento del corazón y la fe.
Elementos que contribuyen a formar el espíritu de familia: presencia del educador, presencia del Director, las buenas noches (tardes, días), la palabrita al oído, los grupos juveniles.
La necesidad más profunda del joven es la alegría. “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.
La alegría no es buen humor, sino el estado de ánimo de quien coloca la propia vida y las preocupaciones en manos de Dios.
El estilo de vida sereno y gozoso de la comunidad de educadores y alumnos es, por sí mismo, un factor de educación.