Una de las sugerencias más frecuentes de Don Bosco para las decisiones vocacionales más importante es dejarse acompañar por un referente adulto, la persona que debe tener una relación más estable con el joven y no solo limitada a los aspectos morales.
Al desarrollar el análisis narrativo de las biografías juveniles de Aldo Giraudo, resumo el proceso paradigmático de acompañamiento en siete pasos. Para Don Bosco, la narración es la forma preferida de compartir ideales y ver cómo la metodología de procedimiento se aplica a los jóvenes no solo a nivel personal, sino también a nivel grupal y en todo el entorno de la casa salesiana.
La aceptación plena y cordial del joven por parte del educador, como primer paso en la relación educativa, es una promesa consonante con un futuro posible y positivo. Con plena confianza se crea un "lenguaje del corazón" (según el Papa Francisco, se trata de la capacidad del corazón que hace posible la cercanía). Con gran claridad, Pietro Stella describe el concepto de "corazón" en Don Bosco como "aquello que en el hombre es la capacidad de intuición intelectual y de amor intenso e instintivo, capacidad de entender y de amar que proviene de lo más íntimo de la unidad psicológica de la persona".
En un segundo momento, el educador provoca intencionalmente expectación, deseo, curiosidad para que el joven salga de sus estrechos horizontes. El momento del desafío es importante ya que el educador ofrece al joven una perspectiva de esperanza al proponer una forma de realizar su proyecto en un horizonte de fe. Es igualmente relevante el elemento diagnóstico del desafío que sirve para comprender si el joven se adapta al ambiente educativo de la casa salesiana y, de ser así, cómo insertarlo en él.
El tercer paso del acompañamiento es el respeto por la libre elección que Don Bosco le deja al joven. La correspondencia con el desafío propuesto, la buena voluntad y el compromiso de los jóvenes conducen a la formulación de una "promesa". La confianza en sí mismo del educador parte de la relación emocional y del sentido de gratitud, y desde aquí comienza una relación educativa. En este momento se reconoce si el educador ha logrado dar con la “cuerda accesible al bien” de cada joven.
En este punto, el acompañamiento entra en una nueva fase que ve al joven en el proceso de inserción en el entorno de formación de la casa salesiana. Del diálogo interpersonal pasamos a la lógica sistémica constituida por múltiples intervenciones y relaciones. Podemos pasar, podemos decir, de la centralidad de la personalización a una cierta estandarización de los itinerarios educativos porque, en la casa salesiana, el joven experimenta propuestas ricas en valores, relaciones humanas, actividades y estímulos educativos. En los ritmos de la vida del oratorio, los deberes y los momentos de diversión son equilibrados, las propuestas de estudio con los tiempos de oración.
Después de pasar un tiempo en el ambiente educativo, las historias del acompañamiento describen un momento de fuerte crisis. Las crisis son de diferente naturaleza y entidad para cada uno de los jóvenes porque están vinculadas con el carácter, el temperamento, las experiencias del pasado y su grado de maduración. Sin embargo, el elemento común a nivel sintomatológico es la melancolía y la tristeza que indican la raíz de la crisis: la lejanía del ideal con respecto a la situación y las capacidades actuales.
El acompañamiento entra en la delicada fase de la decisión que no aborda el síntoma superficialmente, sino que se adentra en las profundidades del alma juvenil para lograr una transformación interna. Por lo tanto, la decisión no es un acto voluntario o un fruto de una resolución efectiva de problemas, es precisamente la entrega de uno mismo a Dios, una metanoia, un cambio en la forma de pensar, verse a sí mismo, el futuro y la realidad en su conjunto. Las descripciones de los itinerarios educativos realizados por los jóvenes protagonistas bajo la guía del educador siguen, como una etapa narrativa final, la solución a la crisis.
Es fácil ver la estructura unitaria del programa de formación esbozado por Don Bosco, que sabe armonizar la pedagogía del deber con la de la alegría, vivida durante las vacaciones y con el gusto por identificarse con el ideal. El joven se convierte en el protagonista, no solo de su propio crecimiento, sino de muchas formas de servicio dentro de una educación entre pares que encuentra en las "empresas" un acompañamiento típico por su carácter inconfundible de familiaridad, solidaridad, emulación y participación libre.