El Acompañante Salesiano:
Acompaña a los jóvenes en este tiempo favorable para el discernimiento vocacional experimentando, al mismo tiempo, la belleza de dejárse acompañar.
Ayuda al joven, con paciencia y amabilidad, a descubrir – escuchando la voz de Dios – que es un don y puede realizar el gran proyecto que lo espera.
Favorece un clima espiritual con la presencia y el testimonio humilde y gozoso.
Ofrece a cada uno la oportunidad de ser acompañado, dando el primer paso desde la escucha empática y valorizando la individualidad sin excluir a nadie.
Propone una espiritualidad unificada, viviendo una presencia auténtica desde el ejemplo de Jesús.
Testimonia la alegría, amando y haciendo sentir el amor de Dios.
Experimenta la lógica del “ven y verás” con el testimonio silencioso y coherente, que manifieste la presencia del Resucitado e invite a emprender un camino.
Vive la dimensión comunitaria creando una “casa que acoge” mediante la mirada, el ser, la apertura al mundo y la plenitud de vida.
Dedica tiempo al encuentro personal, cuidando la escucha con el corazón de Cristo Buen Pastor.
Mira con confianza y esperanza la vida, fiándose del Señor, caminando junto a los jóvenes y despertando en ellos el deseo de encontrarlo.
Las indicaciones de Don Bosco son claras. Para conducir al joven a una dimensión espiritual gratificante y sólida se requiere una entrega total, afectuosa y constante por parte de los educadores, en una integración de personas, de actuaciones y de lugares diferentes. Ante todo es indispensable crear las condiciones de relación y confianza para una entrega total de colaboración y obediencia interior. Todo esto exige del mismo educador y del pastor que se convierten en guías y acompañantes, la experiencia espiritual del camino espiritual, una sólida interioridad de enraizamiento en Dios, caracterizada por el ofrecimiento y el espíritu de oración.
No podemos conformarnos a esperar a que vengan y pidan ser acompañados, hay que salir al encuentro y llamar su atención para que nos encuentren.
El gran medio que tenemos para ello es la relación personal. El evangelio solo se transmite de persona a persona, a través de la experiencia de vida y de fe que se comunica y contagia.
Acompañar es sugerir, insinuar, apoyar, estimular, animar, exhortar y orientar…para que recorran un camino de modo personalizado y a su propio ritmo.