El acompañamiento educativo salesiano tiene cuatro vertientes: el ambiente o clima educativo y pastoral de la presencia salesiana en la obra, la maduración vivida por cada persona en las experiencias asociativas, el acompañamiento espiritual personalizado y el desarrollo del Proyecto Educativo Pastoral de una obra.
La asistencia es el punto de partida de la práctica del animador y tiene valor sobre todo en función de la presencia educativa estimulante (es una característica del sistema preventivo que no debe olvidarse y que de hecho se olvida demasiado) que tiene en cuenta a cada chico en particular. Si nos quedamos en una visión superficial de la asistencia creeremos que es solo una forma de “mantener todo en orden y tranquilo”, pero sin estimular un clima positivo. Esta sería una de las más sutiles formas de traicionar el pensamiento de Don Bosco.
Por cierto, Don Bosco no redujo la influencia educativa a la creación en general de ambientes edificantes. Se preocupó seriamente de la relación personal con cada uno. Hay una escala en estas relaciones: para algunos será necesaria la dirección espiritual; para otros, la inmensa mayoría, el encuentro del patio, del estudio, de la clase, de los grupos...
Impresiona considerar lo que Don Bosco cuidó estos encuentros personales imponiéndose increíbles sacrificios incluso mientras fue Fundador y Superior Mayor de la Congregación Salesiana y le absorbían agobiantes problemas de índole general, lejos de Valdocco.
¿CUÁNTO ESPACIO LE DEDICAMOS A ACERCARNOS Y CONVERSAR CON CADA UNO DE LOS MUCHACHOS, NO SÓLO LOS MÁS “INTERESANTES”?
Es también impresionante la forma con la que Don Bosco llevó a la práctica esta asistencia, que es una presencia que afecta a todos y a cada uno: “buenas noches”, palabras al oído, avisos, cartas colectivas, cartas dirigidas a grupos concretos desde lejanas distancias, permanencia en el patio durante los recreos, coloquios, entrevistas. Todo esto cobraba para Don Bosco un peso y una categoría propios de las grandes empresas. Ningún éxito económico u organizativo hubiese compensado un solo fallo en el campo educativo.
Y es que Don Bosco quería sobre todo y en todo tiempo ser educador.
¿ES LA NUESTRA UNA VERDADERA PRESENCIA EDUCATIVA, QUE DESARROLLA POTENCIALIDADES (FE, RELACIÓN, CULTURA, ETC?
Se podría afirmar que el método de Don Bosco se confunde, se identifica, con la persona del educador. El escrito que hizo Don Bosco sobre el Sistema Preventivo concluye con un acto de fe en sus recursos interiores, en su potencia espiritual: “éstos son los artículos preliminares de nuestro Reglamento. Pero a todos resulta indispensable la paciencia, la diligencia y la frecuente oración sin lo que resultarla inútil cualquier Reglamento”.
La figura del educador se ubica en el centro de la metodología educativa de Don Bosco. No con una finalidad represiva, sino al servicio del educando, consagrado a él totalmente.
La constante presencia física es importante. Sin esta presencia ininterrumpida en medio de los muchachos, la obra de Don Bosco podría parecer un simpático “club de amigos” perdiendo su característica de constituir una “familia”.
No se trata de una mera cuestión disciplinar. Sino de una presencia amorosa, la de una persona que ha aceptado, como gozo y misión de su vida, el estar siempre entre los jóvenes, incluso cuando llega el cansancio o momentáneamente se puede perder la confianza en ellos.
Presencia de una persona que ama, que convence a los jóvenes de que siempre su alegría mayor consiste en conversar y jugar con ellos sin olvidar que el deseo de gozar de un poco de tranquilidad, descanso o soledad, se hace sentir por dentro...
La presencia: éste es el mayor, el mejor, de todos los métodos, de todos los recursos didácticos y de animación. Estos pueden faltar ocasionalmente, pero es un mal incomparablemente menor que la ausencia del educador.
¿CÓMO EVALUARÍAS TU PRESENCIA (Y LA DE TUS COMPAÑEROS) EN CUANTO A “CANTIDAD” Y CALIDAD?
Pero es que incluso estando en posesión de los mejores métodos, es la persona del educador la que les infunde alma y gracia. El “estilo” educativo de Don Bosco está auxiliado más del espíritu interior que de contribuciones externas. La religión, la razón y la “amorevolezza” no son cosas, no son instrumentos. Depende del educador solamente su sentido y su valor en el campo educativo con la impronta particular que Don Bosco quiso y que imprimió a su vida.
Esta “personificación” del método se ha dado sobre todo y en grado eminente en el artista que la ha creado. El método está por dentro del educador que concreta y fervorosamente sabe encarnar, intuir, revivir, los sentimientos, las intenciones, las ideas, la santidad, de Don Bosco.
El Sistema Preventivo no se agota en la creación de relaciones personales entre educador y educando, en la solicitud individual por el muchacho. También busca la forma de crear un “clima”, un “ambiente” ya de por si formativo para la masa o para muchos jóvenes. Es una condición indispensable para el desarrollo de la educación personal. Todo ambiente característico se construye con la convergente dosificación equilibrada de múltiples y diversos elementos, todos necesarios para la funcionalidad e integridad del todo.
Si suprimiéramos de una casa salesiana la música, la animación, el canto, los sketchs, pensando que no se trata de elementos educativos esenciales no puede asegurarse que esa educación goce del estilo del sistema preventivo de Don Bosco. Paralelamente nadie sostendrá la tesis de que el juego y el patio, etc., sean condiciones imprescindibles de cualquier educación cristiana. Pero una institución educativa sin estos elementos, aunque se consigan robustas personalidades cristianas, no puede considerarse que está organizada con el sello y el método de Don Bosco.
Los ejemplos podrían multiplicarse. Pero la conclusión no es discutible. El “sistema” de Don Bosco está esencialmente construido también por un “clima” para el que se necesita la contribución de varios y bien determinados elementos espirituales y también materiales .
¿CUÁLES SON EN EL CASO DE USTEDES?
Una obra de arte (y el sistema de Don Bosco es una obra de arte educativa) no solamente se preocupa de respetar las reglas fundamentales de la técnica, de la gramática, de la sintaxis... Admite elementos extracientíficos que constituyen más especialmente un estilo, como esos detalles al parecer insignificantes: un claroscuro, una disonancia, un adorno fantástico.
El ambiente educativo querido y creado por él es el menos burocrático y artificial que se pueda imaginar: la familia. La relación entre educador y educando no puede ser más sencilla e inmediata: la “amorevolezza”, el amor espontáneo y sobrenatural amasado todo él de buen sentido cristiano y de viva cordialidad humana, de simpatía, de amistad. Uno de los momentos “metodológicos” cruciales de la acción educativa es el que tiene lugar en el encuentro cordial, casual, que no ha sido preparado de antemano, que no tiene protocolos, durante el juego, en el patio, en la conversación. Nada de puesta en escena, de procedimientos extraños o costosos. Convivir en medio de los jóvenes ininterrumpidamente, dentro de un clima espontáneo y familiar, es la suprema formula para conocerlos, para captar su temperamento, sus eventuales anormalidades y debilidades.
¿QUÉ LOGROS TENEMOS EN EL AMBIENTE DE NUESTRA CASA? ¿QUÉ ES LO MÁS URGENTE A MEJORAR?